sábado, 24 de mayo de 2014

Me he llenado de un patetismo tan superfluo, tan regocijante que hasta las propias sombras de mi sacrificio, se matan al pensar si alguna vez el amor que le tuve a ella fue mas real que este cuento de ficcion que tengo por vida, afortunadamente no existe el inmadurar, pues la niñez se pierde cuando se han agotado las costumbres propias, las fuentes inagotables de un amargo abrazo o de un simple beso que pudieron haber cambiado todo.

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